III
No alabando a los mejores,
se evitan las discordias en el seno del
pueblo.
No apreciando las cosas codiciadas,
se evita que el pueblo robe.
No exhibiendo nada que incita a la
envidia,
se evita la confusión en el corazón
del pueblo.
Así gobierna el sabio.
Vacía los corazones y llena los
vientres,
debilita las ambiciones y fortalece los
huesos.
Procura que el pueblo no tenga
conocimientos ni deseos.
Al que sabe, le enseña a no actuar.
Practica el no hacer,
y todo permanece en orden
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